martes, 24 de noviembre de 2009

Soneto


Trigal con amapolas y alondras, Vincent Van Gogh


A María Alicia

Ella soñaba estrellas e infinitos
Todo su nombre parecía mar
Ella divagaba con un gran cantar
y tal vez un cielo lleno de aerolitos.

Ella es tal vez la rosa silenciosa
de ese jardín difuminado en luz
Ella es el nombre, luna llena, cruz
ella es mañana, tenue y presurosa.

Tal vez este soneto no refleja
la música de labios y su boca
Tal vez este soneto es lejanía.

Tal vez el cielo negro se despeja
Tal vez alguna alondra me provoca
a reescribir en paz mi poesía.

Oscar Aguilera

sábado, 10 de octubre de 2009

Y el amor, el amor, el amor



El silencio que avanza entre mis labios, los ojos cerrando el destino, la palabra que se esconde entre los dientes, el corazón hacia adentro como el alma del niño jamás nacido. Y la voz repitiendo en el recuerdo, la incesante, la gota que urde la memoria; no hay camino hacia el olvido mientras continúes sonriendo entre mis células, mientras el átomo azul que me fecunda no libere las noches que vaciaste en hijos, las últimas abejas que nos germinaron.
No me traigas marchitas, mujeres con úteros de piedra, besos destruidos, alma tuya enredada entre sábanas sucias, ajenas, derrotadas. La brisa en el balcón me lo cuenta todo, las nubes revestidas de ángeles traidores, Luzbel atravezando la puerta y sonriéndote en la alfombra.
Ahora ten calma, ahora ten fe, el ángel cayó desde el piso 19.
La ramera soñaba alas para su infierno.

lunes, 5 de octubre de 2009

Carta de Víctor Heredia a Mercedes Sosa



"Te escribo desde el amor y la congoja"
Por: Por Víctor Heredia, (Músico)
Fuente: Especial para Clarín
Hola, Negrita. Sé que estarás allí, en algún lugar de nuestro cielo, inaugurando alguna estrella, con la secreta esperanza de poder seguir cuidando a tus polluelos desde allí, estos huérfanos de tu amor que ahora están más solos que nunca sin tu "serena presencia", como decía Charly: Comandanta. Porque eso es lo que fuiste para todos nosotros: guía, luz en la oscuridad, hermana, compañera.

Te escribo rápido desde el amor y la congoja para expresarte no mi pena ni mi angustia por la pérdida, eso ya te lo dije ayer cuando dormías, al oído. Voy a contarte lo que todo un pueblo dijo en estos días cuando estabas dormida, luchando por tu vida y espero ser capaz de reflejar en esta carta. Ese pueblo que estuvo hoy durante todo el día repitiendo tu nombre, ese pueblo tozudo y generoso, luchador incansable y vencedor de tanta crisis, ese pueblo que sabía quién eras, qué cosas defendías, ese que desfiló multitudinario ante tus despojos para agradecer tu vocación de cantora popular, de mujer valiente, de artista generosa. Sólo voy a repetir lo que ellos dijeron a cada beso, en cada flor que depositaron con unción ante tu féretro: ¡Querida! ¡Hermana! ¡Amiga! ¡Compañera! ¡Argentina! ¡Nuestra! Los vi emocionarse cuando entraban a despedirte, tal como lo estoy haciendo yo mismo ahora, con el corazón estrujado, sabiendo que mañana no voy a recibir tu consabido llamado para saber cómo están mis hijos, o dónde anda León para ver si podemos juntarnos a reírnos un poco en medio de tanta soledad que propone la vida. Pero no voy a decirte adiós de ninguna manera, voy a imaginar que cada vez que escuche tu voz, cantora, podré abrazarte como siempre, levantar el teléfono y decirte que estamos bien, que merced a la esperanza que indicaste podremos salir adelante, día a día. Los que te fueron a despedir hoy eran tus hermanos del alma, el pueblo al que cantaste con absoluta valentía.

¿Habrá algo más bello para nosotros que esa caricia proveniente de los que nombramos en lágrimas y dolorosos exilios? ¿Habrá alguna cosa que pueda torcer esas miradas llenas de amor, desconsuelo y ternura dirigidas a tu corazón guerrero? Alguna vez dudaste de haber llegado hasta esos corazones, pero ya ves cuánto amor sembraste entre todos sin distinción de nacimiento. Este campo repleto de caricias nacidas de tu pueblo es tuyo, "madraza", ésa es la cosecha que merece tu incansable lucha por los derechos y las libertades de este continente. Mi corazón que late al lado tuyo desde hace cuarenta y dos años recordará el ritmo de tu latido en los abrazos, en los besos, en las sonrisas de cada humilde, de cada hombre y mujer de esta tierra. Cuando cante habrá un pedazo tuyo en cada estrofa, una mirada tuya en cada palabra, ése será mi privilegio, el de pensar que estás a un costado del escenario apoyándome, señalando como siempre qué se debe decir, por quien luchar, para qué cantar. Gracias cantora, querida nuestra. Amorosa Mercedes.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Dijo la Poesía


Herbert James Draper

Volveré, dijo la poesía en su destierro, llenando sus ojos de olvido y penumbra, cabalgando más allá del centro de su alma, como el insensato que transfigura las colmenas en guijarros de sal dormida, volveré dijo llena de sombra, pequeña de espanto, silenciosa de tristeza, volveré como una mariposa de oro, como una gota de rocío en tus labios, volveré porque mi destierro y penumbra, mis guijarros y mis espantos son la voz que sopla al oído los secretos de Dios cuando duerme.

jueves, 19 de febrero de 2009

Página en blanco




Cristián Warnken
Jueves 19 de Febrero de 2009

(A Ema, Consuelo y Andrés, con todo nuestro amor).

Estoy frente a la página en blanco, tratando de escribir esta columna en este día de febrero, mientras veo al sol derramarse minuto a minuto en mi jardín. El sol no deja de aparecer, pase lo que pase, todos los días, para entibiar las hojas y los pájaros. Antes, escuchaba el monótono sonido del filtro del agua en la piscina, que me acunaba, como música de fuente.

Hoy, ese sonido ya no está: la piscina de mi casa está clausurada, pero presiento que un agua subterránea, invisible, sigue sonando en otro jardín, frente a otra ventana.

Este jardín está lleno de baldes de colores desparramados, rastrillos, carretillas, un caballito de mar naranja, un barco volcado. Muchos juguetes han ido desapareciendo, pero este barco sigue ahí, volcado. Barco de juguete, "barco de mentira", inmenso para un niño en su reino, pequeño para nosotros, que al crecer dejamos de ver el tamaño interior de todas las cosas: ya no vemos en la hormiga al unicornio, ya no vemos en la hoja a Pulgarcita viajando hacia otros mares, ya no vemos en el charco al mar.

No puedo dejar de mirar ese pequeño barco ebrio, que volcó un niño -quizás mi niño muerto- al pasar. Que nadie lo toque, que nadie lo saque de su abandono sagrado a orillas de un puerto que no vemos. Cada niño es un capitán de un barco que no vemos. Los niños viven de milagro. Cada niño que camina, respira, juega, es un niño que para llegar ahí tuvo que sortear miles de pequeños grandes peligros, desde que fue semilla, desde que salió de la nada, chispa de luz que se encendió en la inmensa noche del azar. Escaleras abruptas, calles violentas, millones de virus y bacterias, enchufes, piscinas... Los niños viven de milagro y son un milagro. Nosotros también fuimos milagros, y nuestros niños nos devuelven al reino que dejamos una tarde de verano, cuando un adolescente devoró al niño que era, y dejó el barco abandonado en el patio, y no volvió a partir a la aventura inagotable que es cada día en la infancia. El sol ya inundó mi jardín, y quisiera que ningún niño se enfermara, sufriera un accidente o muriera hoy día.

Que hoy fuera un día de tregua, que la muerte dejara de buscar a los niños en todos los rincones de la tierra, que todos los padres del mundo sintieran la seguridad de que sus niños serán eternos, que estarán siempre jugando, saltando, cantando, llorando, para que nosotros podamos vivir. Porque sin esos niños que corren y saltan sobre el abismo de cada día, no podríamos vivir. Estaríamos muertos: de tedio, de vacío, de cinismo, de desesperanza. ¿Podemos imaginar un mundo sin niños?

Pero los niños viven de milagro y están revoloteando alrededor nuestro para gritarnos que la vida es un milagro, que cada minuto de sobrevida es un niño que con una espada de plástico o una niña con una muñeca-hada mantuvieron a raya a la vieja muerte. Nosotros ya fuimos derrotados: somos los muertos que vemos a los niños vivir, héroes de pequeñas batallas inmensas, que se dan en el aire, el agua, la luz.

Quiero que esta página en blanco de febrero se llene de niños, con sus palabras frescas, con sus sonidos puros. Quiero que esta página en blanco sea el refugio para los niños que están luchando contra el dolor, en un hospital, en una guerra, o en su jardín. El dolor de un niño -como su alegría-, por pequeño que sea, es inmenso. Ya lo dijo Pin-Pon, un hombre que se disfrazó de niño para seguir viviendo, y que por eso no ha muerto: "Me aplasté un dedito,/ me dolió un montón./ Yo no lo sabía,/ yo no lo sabía:/ tiene un corazón".

¿No sabíamos, acaso, que hasta en lo más diminuto late un corazón? No lo sabremos si no nos hacemos pequeños, tan pequeños que quepamos en la lágrima de un niño, y naveguemos con él en ese barco "de mentira" que nos espera para partir, al fondo de nuestro jardín.