viernes, 9 de mayo de 2008

Y AHORA RESPÓNDEME DELGADO CIPRÉS




Y ahora respóndeme delgado ciprés,
he abierto en ti mi carne. ¿Quién se llevó a los pájaros
si eran ellos una ruta hacia el misterio, quién volcó su canto en
un sobre sellado con la saliva del que dio la orden?
¿Por eso pierdo el agua, porque soy ruido de zorzal sobre una hoja
y soy pena de perros, aullido hacia un cielo sin luna?
Me mato cien veces
doblado en el incendio de la misma mariposa. Sigo vivo y ella
cae al olvido, se pierde el eje del color bajo un geranio
y el viento trae de las ventanas una mueca de incienso.
¿Tengo que seguir yo respondiendo,
acaso no eres más alto que los escritorios donde se alienta el olvido?
¿Por qué, mientras floreces, no haces temblar la tierra
para que mis palabras y la dirección de mis ojos tengan sentido?
Ya basta de hacerle caso a la biología, arranca, gime, grita,
estrangula el aire en tus hojas. Mi respiración es verde por ti
y ella no lo supo. ¿De qué sirves entonces en mi garganta
si te traslado a su boca y en su boca no hablas,
no pulverizas el viento, no esparces tus raíces y te quedas?
No puedo ser un árbol a tu lado
y tú no puedes ser un hombre al lado mío, ¡qué importa!
somos relación de pájaros. En el viaje, la detención y la muerte
de un zorzal nos confundimos. El amanecer somos nosotros,
junto a innumerables otras cosas, es cierto,
pero en el amanecer de hoy, esta mañana,
tú detenido en las gotas de agua que numeran tus hojas
como yo numero las mías, somos la misma estación, el mismo andén,
el mismo tren que parte con los besos que eran nuestros,
esos besos que perdimos porque nunca respondimos abrazados.


Juan Vicente Ortiz

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